viernes, 30 de marzo de 2012

La Reforma que yo quiero. Por una economía ética (II)


Ya es tarde para explicar los motivos que tuve para ir a la huelga, pero precisamente por eso, porque es tarde, los quiero traer al tapete virtual. Ya no es tiempo de convencer a nadie, y quizá esa sea la razón que me da más confianza y tranquilidad para compartir la segunda parte de la reflexión que inicié el otro día, hablando de mi amigo Fabio.

Yo fui a la huelga fundamentalmente porque creo que la reforma que necesitamos no es la laboral, o al menos no de esta manera. Si alguien quiere reformar el mercado de trabajo debería empezar dándose cuenta de que, hoy por hoy, el momento de la humanidad pasa por entender el empleo de manera diferente a como lo hicieron nuestros padres y abuelos. Es tiempo de pensar nuevas e imaginativas formas de articularlo, que van desde el famoso “trabajar menos para trabajar más”, aquella idea alemana de reducir las horas activas para incrementar el número de empleados; hasta la valorización de actividades culturales y artísticas, muy vinculada esta idea con la Renta Básica que cada vez se mueve más en los ámbitos científicos y académicos.


Yo fui a la huelga porque creo que la economía desconectada de la ética y de la opción por las personas es el único motivo por el que el mundo va como va. Cuando pienso en la dación en pago me parece que es un argumento irrebatible desde el punto de vista moral y humano. ¿Cómo va a seguir pagando la hipoteca aquel a quien el banco le quita su casa? En Francia regularon estas situaciones con la Ley de la Segunda Oportunidad, que es de una  lógica contundente (de cajón de madera de pino, que dicen en mi tierra). Pero claro, es sensata desde la óptica de lo humano, no a través del prisma de lo economicista. Por eso es una ley que aplica criterios éticos a la economía, para ponerla al servicio de las personas.

Lo que está pasando con el asunto de la deuda soberana de los países y las inyecciones de solvencia económica a los bancos también es lógico y consecuente: el Estado aporta dinero para salvar a las entidades financieras y que así puedan conceder hipotecas; éstas, sin embargo, lo que hacen es comprar deuda española a un interés mayor que el que el Estado aplicó a los préstamos primeros. Y así, la banca gana. Que, desde la perspectiva del mercado, es lo que tiene que hacer. Es decir, es un comportamiento lógico, pero no ético.
Yo fui a la huelga porque exijo que los gobiernos impongan la ética en las relaciones financieras: para que valga más el ser que el tener y para que se asuma, de una vez por todas, que los bancos son algo más que negocios. La sociedad tiene un tejido financiero que la soporta, por eso los bancos son también agentes sociales insertos en las comunidades en las que (y de las que) viven. Y solo decidiendo según los esquemas éticos y aplicando normas económicamente ilógicas podremos recuperar la importancia de la persona.
Yo fui a la huelga porque creo que esto tiene solución. Y quiero ser parte de ella.

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