domingo, 25 de marzo de 2012

Se vende piso. Por una economía ética (I).

Al final no caben en casa. Mi amigo Fabio y su mujer Mamen, padres de una niña guapísima que se llama Guiomar, van a incrementar la familia con dos nuevos retoños (todavía no saben si gemelos o mellizos). Este es el motivo por el que su piso, en un barrio de Córdoba, se ha quedado pequeño y tienen que mudarse.
Ayer me llegó el mensaje por Facebook de que iban a intentar venderlo. Intentar solamente, porque los tiempos son malos para los tratos y su situación no permite un negocio ruinoso. El piso tiene 75 m2, de 30 a 50 años, está reformado y piden por él 139.250 euros.

Me sorprende muchísimo la manera que tienen Fabio y Mamen de afrontar la venta. Me sorprende la honestidad en el modo de presentar el inmueble, y me sorprende el precio tan exacto, propio de aquellos que han calculado con un estrecho margen moral, para no pedir más de lo suficiente ni menos de lo necesario. Un curioso modo de establecer lo justo.



Fabio es economista y Mamen es historiadora del arte. Ni el uno ni la otra trabajan de lo suyo, pero ambos lo hacen por lo suyo. Lo suyo es construir un mundo mejor desde los ámbitos de su trabajo, y la sensibilidad en la que viven su fe los hace militar en la Acción Obrera Católica (ACO). Estoy convencido de que la óptica desde la que perciben la crisis financiera, la crisis que aplasta a las personas bajo el peso de incomprensibles conceptos financieros, les hace poner esa cifra con tantas aristas y matices callados y clamorosos.

En estos tiempos difíciles, donde todo parece más complejo de lo que verdaderamente es, llevo tiempo constatando que no existen discursos éticos sobre la economía, que la economía tiene su propio ritmo de comportamiento y nadie discute la primacía del mayor beneficio, a costa de lo que sea. En ninguna sociedad avanzada se sostendría este argumento totalitario en cualquier otro campo: no caben extremos en el ejercicio de la medicina, de la ciencia, de la tecnología… porque ni la medicina, ni la ciencia ni la tecnología  se pueden vivir desde fuera de la ética. ¿Cabría una praxis médica sometida a principios tan poco humanos como, por ejemplo, minimizar el coste por paciente? ¿Podría ejercerse la ciencia considerando únicamente el beneficio potencial económico de las investigaciones? Sin embargo, la visión de los mercados o de las finanzas no se entiende desde la óptica del servicio a las personas, sino únicamente desde el éxito económico del mayor lucro con la menor inversión.
 
Me cuenta mi amigo Agustín Franco que las órdenes religiosas que iniciaron los Montes de Piedad (las antesalas de las Cajas de Ahorro) lo hicieron como respuesta éticamente sostenible a la usura, montaron un negocio donde el beneficio estaba en que los pobres pudieran acceder a servicios básicos sin pasar por las manos de aquellos que se aprovechaban de su necesidad, y que tenían muy claro dónde estaba la plata. En estos orígenes la economía estaba habitada de un discurso ético que definía las funciones y el alcance de los dineros; ahora estamos muy lejos de entender esto. No habrá sitio para las gentes en un mundo donde los criterios económicos sean solo eso, económicos.
  
Por eso hoy pienso en el piso de Fabio y Mamen, en su precio calculado y mesurado en función de criterios no filantrópicos, caritativos o asistenciales, sino de justicia. Y pienso que es una iniciativa que marca que otra economía es posible, una al servicio de las personas. Por eso, seguramente, el anuncio acaba diciendo que una parte se puede pagar a plazos.

   

1 comentario:

  1. Hola Jesús. Ciertamente hoy en día el sentido ético de la economía se ha perdido, como lo reflejan los estudios de Amartya Sen, economista indio nobel de economía o la principal aportación del siglo XX en el ámbito de las finanzas que realizó Muhammad Yunus y por la cual no fue merecedor del nobel de economía, sino del nobel de la paz (toda una declaración de intenciones). Abrazo.

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