viernes, 9 de marzo de 2012

Manzanos

       Vivo en el campo, en una zona agraria. Todos los días, al ir al trabajo, los viñedos y encinares se me abren al paso, flanqueando el camino. Cada tiempo tiene su afán, y las estaciones pasan lentas y sorprendentes por las eras, veo cómo crece la cebada, verdea la pradera, se enrojece la vid y se recoge la uva. También veo a la gente podando y sembrando, rompiendo la piel del terruño, ahora sí, con modernas máquinas que vagamente recuerdan las estampas de antaño.

En las mañanas de estos últimos días he contemplado el espectáculo de los manzanos. Lo que en los meses precedentes sólo era un bosquecillo de ramajos helados hoy se ha convertido en una inmensa fiesta de flores blancas que muestran el despertar cíclico de los árboles. Me impresiona la belleza, me sorprende al girar la última curva, antes de tomar la carretera principal hacia Badajoz.

Hoy pensaba que la vida está llena de esos manzanos. En el camino, a ambos lados, surgen muestras de cómo lo bello, lo bueno, lo que nos hace felices y lo que nos da esperanza crece casi sin darnos cuenta más allá del asfalto de nuestra monotonía. Me sentía dichoso y afortunado de tener ojos que miran y ven el blanco de los manzanos rodeándome a cada instante. Pensaba en cómo la naturaleza nos obsequia gratuitamente, y cómo he encontrado personas con el blanco alegre de los frutales en la mirada. Pensaba, con sereno optimismo, en aquellos hombres y mujeres que se han reconstruido.

Igual que los tallos desnudos y leñosos se visten de flores, así he sido testigo de los procesos de reconstrucción en tantas personas. Me surgen nombres y rostros, pero sobre todo historias: la del estudiante que, tras largos años de dudas y esfuerzos, perdido y desorientado, consigue finalmente centrarse y perseguir su objetivo. La del profesional que vive desde la seguridad y el hastío, pero que descubre dentro un anhelo más hondo y más humano: el del sentido de su profesión. Y cuando lo encuentra, entiende los cómos y apuesta por el riesgo y el gozo de vivir en clave de servicio. La del solitario que busca incansablemente, con caídas, errores y tropiezos, su sitio en una sociedad que no acoge ni integra. Y alguien, felizmente, le propicia espacios de relación y familia. La de aquel que sufrió la crueldad de los iguales, apartado y escorado, fuera de la normalidad de su tiempo. Ahora camina con otros entre los que se siente querido y respetado, con sus dificultades y con sus pasos atrás, pero también compartiendo ilusiones y esperanzas.

También pienso en los que están ahora en esa lucha interna de encontrar su sitio, de sanar sus llagas. También tengo una lista larga. No es un proceso espontáneo, requiere tiempo y esfuerzo, sus protagonistas lo saben. Y requiere, también, de personas que acompañen, que iluminen y que dignifiquen las historias y las vidas de los demás.
Son tantos los manzanos que crecen en los bordes del camino que constato la certeza de cultivar esos ojos que miran, y abonar mi paso con todos los elementos que colaboran a la reconstrucción de personas: escucha, cercanía, atención, ternura, respeto, paciencia… En un mundo donde lo común, lo compartido, lo construido entre todos, tiene cada vez menos valor, yo me alegro por todos los que se reconstruyen y dejan atrás las heridas, que cicatrizan, para dar fruto.

4 comentarios:

  1. No sé por qué hoy me siento "más manzano" y "más reciclado y renovado"....Gracias¡¡¡¡¡¡

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  2. ¡Hola! Me alegro de haber encontrado manzanos en flor. Aún es pronto en mi tierra para que despunten los almendros, pero ya están las yemas bien inchadas. Brotarán un día de estos. Ya se huele a primavera.
    Buenas noches, esperando despierto que acabe la jornada.

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  3. Me hinché de pulgadas y me faltó una hache. Es por la hora…

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    1. La primavera es sorprendente, aunque siempre sabemos que llega... y lo bueno es dejarse sorprender por lo que siempre sucede.
      Buen lunes, buena semana.

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