Una de las aventuras más bonitas que he
tenido en la vida fue mi paso por el Equipo Permanente de la Juventud
Estudiante Católica. Quizá mi primera experiencia laboral no estuviera
vinculada al mundo de la ingeniería ni de la investigación, pero los tres años
que pasé en Madrid, al cargo de la JEC y de su dimensión estatal, fueron de lo
más productivos, fecundos e iluminadores.
Otro día os hablaré de ellos.
Esta mañana vino a mi memoria una
conversación en el Paseo del Prado. El entonces presidente de la JOC Pedro Lara
me hablaba de la idea de la cuidadanía,
una provocación al statu quo
capitalista y neoliberal que venía de la mano de sindicatos y organizaciones
altermundistas. Si os digo la verdad, no recuerdo mucho de lo que entonces,
hace cinco años, me explicó Pedro, más allá del juego de palabras.
En Google, hoy, cuidadanía devuelve más de 300.000 entradas.
Mi amigo Pepe Moreno es bastante ágil para
descubrir sutiles detalles de la realidad que hacen que las cosas se vean con
otros ojos. Será por su trabajo de cura y su labor de predicar todos los
domingos en la línea de la transformación de mundo. El caso es que de él
aprendí cómo hay estructuras que nos arman desde dentro, arquitecturas sociales
que, si bien no definen, sí condicionan y marcan tendencias a la hora de
establecerse las relaciones entre las personas. Es el caso de los pisos, que
cada vez hacen más pequeños, donde las habitaciones “para invitados” son lujos
inalcanzables o donde las cocinas, hasta hace bien poco, eran pequeños
laboratorios casi uni(m)personales. Las casas se hacen y se compran con un modelo
de familia que cada día es más reducido, donde no hay espacio (ni siquiera
físico) para nadie más allá de los padres y los hijos. Los abuelos, los amigos,
esa otra familia, queda fuera de lo que los maestros del ladrillo pensaron para
nosotros. Y es que, como decía aquél, las visitas y el pescado, a los tres días
hieden.
Iba yo contando esta idea a mi padre cuando
me hizo ver el error. Ellos vivieron durante varios años en lo que era una casa
de vecinos, compartiendo patio, en una calle de Badajoz. Desde el pueblo, la
familia de mi padre se mudó a una pieza rectangular que dividieron en tres partes
con cortinajes y puertecitas: una para la sala de estar, otra para la cocina y otra para la
habitación del matrimonio. Y aun había sitio, en una de las divisiones, para
que los nietos compartiesen noche con sus abuelos, en las temporadas en que
éstos visitaban a sus hijos. Así que de arquitecturas sociales y de estructuras
tendenciosas nanai, me dijo mi padre.
Que menos espacio teníamos nosotros y allí andaban los viejos, porque eran
queridos.
La cuidadanía recupera la persona y las
interrelaciones para ponerlo todo en el centro. Plantea un modelo de
organización de la sociedad en la que el protagonismo activo de los ciudadanos
se asienta en esa convicción profunda de solidaridad interpersonal, cuidar como
modo de ser. Es cierto que puede tener muchas imperfecciones y dejar fuera
muchos aspectos cruciales para entender el funcionamiento de la ciudad. No
obstante, me maravilla que hoy, cuando todos andan buscando soluciones a la
crisis, modelos alternativos al capitalismo y al sistema, huidas hacia adelante
o rupturas profundas con lo anterior, haya quien sondee en lo más auténtico de
las personas un criterio de ser ciudadano. Un criterio que, por cierto, algunos
hemos mamado desde pequeños.
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