
Precioso el campo, y el río donde he cogido
agua durante los cinco años de tesis doctoral. El Guadiana, a su paso por
Badajoz, en zonas de difícil acceso, es un espectáculo de garzas y cormoranes,
de aves esbeltas que se dibujan en un paisaje invernal, las más de las veces,
pero cálido por su hermosura.
Pienso en lo que acontece en el interior de
las personas, en ese “fuera” que siempre nos parece lejano e inaccesible. Los
campos listos para la sementera, las encinas a punto de la poda que las
rejuvenezca, los pájaros volando en escuadra blanca contra el azul… Pienso en las luchas internas, en los procesos
callados, en el crecimiento que no se comparte y en todo lo que muere dentro de
la gente cuando nadie lo ve ni lo goza. Cada uno en su Ibiza particular,
preocupado del chasis, las ventanas o las radios que nos atontan.
Las geografías humanas que desfilan en la calle, rostros con historia y con profundidad, surcados de tiempo y preñados de vida. Todos los procesos que asoman, como punta de iceberg, y que tantas veces somos incapaces de detectar. La belleza escondida de contemplar la liberación de las personas o el crecimiento del pequeño. Eso es lo bello, lo que Kant decía que place sin concepto. Por eso surgen los momentos de exquisita ternura, desde los ojos del que mira: la charla sosegada con el amigo, el encuentro casual y el trato familiar, aun con desconocidos; los instantes que, aun repetidos cada día, engendran vida en abundancia....

Y hoy doy gracias porque, en el camino de siempre, creo que fui capaz
de apagar la radio y la bombilla. De observar y de mirar más que de ver, de dejarme
afectar por la belleza de la dehesa y de las encinas, de las grullas y de las
brumas. También porque supe disfrutar, en el silencio del pueblo, en la luz de la noche (que ilumina más que alumbra) del sueño de mi hijo, en la mecedora. Y de alguna manera, me invade una felicidad serena por haberme puesto a
tiro de lo que sucede fuera de mi coche. Y el deseo de que esa mirada me acompañe
siempre.
`Y seguiremos agarrados al silencio que se abre a la luz para que la mirada llegue al fondo, a lo verdadero y a lo auténtico, que como siempre es sorprendente e inasible, a la vez que dádiva generosa en lo sencillo y en lo diario. Para poder seguir comulgando con el absoluto que se derrama, sin perderse, en lo inmanente, en el ser de la cosas que religadas dicen más allá de ellas mimas, su propio fundamento, como nos decía Zubiri.
ResponderEliminarBonita reflexion
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