domingo, 29 de julio de 2012

Es de agradecer


La celebración como concepto, como puntal de la existencia humana, como exponente de lo gratuito y lo libre, es algo que me seduce y me fascina a un tiempo. Articular la esencia de lo austero como modo de vida universalizable, como compromiso callado con la justicia y como convicción de que la felicidad viene por la vía de no necesitar mucho, me supone una grata tensión en la que siempre acabo cansadamente dichoso, porque me convenzo de que hay cosas por encima de lo que aparentemente, incluso desde una óptica profunda, descubrimos en un principio.

Esto me pasa con los eventos sociales. Con las bodas, por ejemplo. También me pasa con la Navidad, o con los acontecimientos más mundanos… particularmente con las bodas, lo reconozco. Normalmente me sitúo en actitud constructiva y positiva, tratando de observar sin juzgar, disfrutar y compartir la alegría de la fiesta. Pero también casi siempre me chirrían los excesos de buscar el más difícil todavía, el golpe de efecto mayor; me pasó la primera vez que vi llegar a la novia en coche de caballos, la primera vez que supe lo que costaba un vestido blanco o cuando me percaté que los trajes de novio no son como los de chaqueta, que tienen un plus de elegancia y brillo.

Quizá fue cuando nos tocó planificar la nuestra cuando comencé a entender que la austeridad como estilo de vida consciente de la realidad en la que nos movemos va más allá de un día, donde lo que se vive es la dimensión celebrativa, lo extraordinario como reflejo de lo ordinario, complemento humano también trascendente, por mucho que nos empeñemos en revestirlo solo de materialidad. Porque esa materialidad también es trascendente.

Este fin de semana hemos vivido la boda de mis cuñados. Jesús y Eva han decidido convocarnos a todos para celebrar y celebrarse. Y lo han hecho en la tradición cristiana, con el misticismo que Rahner decía propio de los seguidores del Maestro que van a pie, en las curvas del camino y enfangados en la realidad. En esa convicción de que celebrar  es entrar en el misterio de lo humano, hoy os presento el final de la Eucaristía que vivimos, alegres y felices de que Eva y Jesús apuntalen la  dimensión de fiesta que todos llevamos dentro. Fue su hermana, Angelines, mi compañera, la que leyó este texto sencillo que brota del saber que todo lo que nos sucede es de agradecer.


Alaba, alma mía al Señor.
Dad gracias al Señor nuestro Dios, porque es eterno su amor.


Yo te bendigo, Padre bueno, Dios de pueblo, del cielo y del suelo. Bendigo tu nombre en medio de todos, familia próxima y prójima, porque hoy has estado grande con nosotros.

Bendigo tu nombre en Jesús y en Eva, que hoy son muestra y piedras vivas de tu amor por todos. Porque en ellos se hace verdad el Evangelio de tu Hijo, la bella parábola del grano de mostaza que hoy nos congrega en un árbol de fuertes raíces y portentosas ramas. Lo que empezó hace tanto, hoy sigue el camino del respeto, del proyecto, de la posibilidad, de la felicidad compartida.

Hoy me alegro en lo profundo de mi alma por ser testigo de su historia sencilla y diaria. Me alegro en ti, Señor, porque sé que Tú estás con nosotros, vestido de fiesta, feliz de ver cómo tu proyecto se realiza en ellos dos, y desde allí los proyectas al mundo.

Alabo tus sendas, que nos juntan y nos cruzan, celebrando hoy este paso más en la vida de mis hermanos. Tus caminos son los de la vida en abundancia, que se da, se entrega, para ser más vida y para contagiar la Buena Noticia de tu hijo. Esa Noticia que hoy se hace, o más bien se deshace entre todos, esparciendo dicha. Estamos felices.

Bendigo tu nombre y te doy gracias, porque hoy celebramos el amor de dos que son más que dos. Y te pido, Padre, seguir acompañando y dejándome acompañar por ellos. Compartir vida y proyecto, camino y sendero, a cada paso que demos juntos. Te pido para ellos el don de ser don para otros, como hasta ahora. De ser regalo generoso, la medida remecida y apretada de fraternidad solidaria.

Yo te bendigo, Padre bueno, porque hoy, y todos los hoys, has estado grande con nosotros.

2 comentarios:

  1. Gracias Jesús, pero ya sabes que solo puse voz a tus palabras y pensamientos. Seguiremos viviendo y compartiendo.

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  2. La poesía, como la oración, no es de quien la escribe, sino del que la necesita. ¡Un beso gordo!

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