lunes, 3 de septiembre de 2012

Vuelta al cole


Septiembre vino cuajado de esperanzas en lo que vuelve a empezar. Recuerdo con cariño los primeros días de actividad escolar repletos de cosas por hacer. Los libros eran nuevos, porque soy el hermano mayor, recién forrados, sin tachadura ni borrón, tan solo con mi nombre membreteado por mi madre en la primera página (lo único a boli que contenía el texto). Algunos años estrenaba estuche, o cartera, o lápices y gomas. Y todos los cursos, septiembre era el mes de los rencuentros y saludos, volver sabiendo que los meses de estío eran pocos para diluir amistades infantiles, pero eternos en ese correr del tiempo, lento y denso, que perciben los niños.

Hoy septiembre también es un mes de vuelta al cole, a la universidad. Bien es cierto que este trabajo pocas veces te da la tregua de la total desconexión, no pasan los agostos sin trabajar al menos un poco, sin ultimar cosillas o rematar los flecos del curso anterior. Pero volver al laboratorio, al despacho, a las aulas, implica de alguna manera volver a pensar lo que hago y volver a situarme en medio del campus. Mirarme a fondo, al tiempo que planifico las clases o la investigación; medirme y pesarme en mi vocación de científico y de docente, y contemplar en el interior esa llamada que surge cada vez que me pongo a tiro: regresar a la fuente, sentir que lo que hago es lo que quiero, y de la manera en que le da sentido. Pienso en las palabras del Apocalipsis: volver al amor primero. 

Mi amor primero por la universidad sabe de gentes. Sabe de cuidar al que llega, de despedir al que marcha. Sabe de integrar al alejado y de atraer al que ronda, sin atreverse a golpear la puerta. Sabe de construir espacios de cuidado y ternura para todos, de gestar confianza y articular alianzas. Sabe de intentar lo posible, cuando todos dicen que es imposible. Sabe de vivir con otros lo comunitario del servicio, y de pensar en los otros que son más otros: los alumnos.

Mi amor primero por la ciencia me hace creer que es un poderoso instrumento de cambio y de justicia, que se puede situar del lado de los débiles y resolver conflictos y problemas que hacen sufrir a las personas. Me hace soñar con modos distintos de enfrentar los desafíos del agua, esos que aparecen cuando ella desaparece para los hombres y mujeres del mundo. Me lleva a caminar por los senderos de la colaboración, del equipo y del compartir para ser mejores.

Por todo ello, hoy tengo la mirada puesta en lo que traíamos entre manos el curso pasado, en la innovación docente, en la cooperación para el desarrollo, en la ética del profesor y en la deontología. Tengo la mirada puesta en los proyectos fin de carrera que dirigiré este curso, con alumnos de Ingeniería Química que se acercan por primera vez a la investigación universitaria. Miro con ilusión el trabajo en las asignaturas en las que intentaré desarrollar no solo esas destrezas profesionales, sino también las ciudadanas, que son profundamente universitarias.

Siento que todavía, un año más, la sorpresa y la perplejidad acampan entre las aulas, y hoy todo vuelve a empezar. 

Feliz curso 2012/13

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