domingo, 17 de marzo de 2013

Mi credo


Febrero ha venido con una de esas olas de realidad que te empuja, te envuelve y te hace difícil el buceo. A veces, solo nos queda capear el temporal y deslizarnos de la forma más indolora posible, conscientes de que todo pasa, y buscando en lo escondido lo mejor en lo peor.

La vida, llena de matices, se empeña en enseñarnos lo bueno y lo malo, la plenitud y el vacío, la felicidad y la tristeza, a golpe de contrastes secos que solo nosotros podemos modular.

Resuena la letra de Serrat.

La vida y la muerte
bordada en la boca

Acabamos de venir de un mes y medio de hospitalización con mi hijo Pablo. Felizmente, todo ha acabado bien. En el proceso hemos despedido a mi abuela Sacra, que partió hacia el encuentro definitivo con el Padre, donde todo es Encuentro. El 27 de febrero, a las cuatro de la tarde, en la Iglesia de la Santísima Trinidad, leí estas palabras en la asamblea de creyentes que nos acompañaban en el dolor y en la esperanza.



Creo, Señor, en la Vida Terrena. Creo en la vida antes de la muerte. Y por eso, hoy, celebramos la vida en abundancia de Sacra. Celebramos cada uno de sus 92 años cumplidos bajo la clave del servicio, la sencillez, la ternura y la plenitud de su alma. Celebramos su vida en lo oculto, llena de vida, como hija, madre, abuela. Como compañera y esposa. Como cristiana.
La vida de Sacra es testimonio de la gloria de Dios. Y por eso estamos tristes por la ausencia, pero estamos agradecidos de una vida que ha sido Gracia.
Creo, Señor, en la Vida Eterna. Creo que Sacra vive en el más bello rincón del corazón del Padre, en la estancia que Él preparó para ella mucho antes de ser concebida. En Amor del que es Amor.
Y desde ahí, Sacra ya no muere jamás. Avanzó por delante de nosotros y creemos, con la certeza de la fe, que nos cuida, nos contempla y acompaña, especialmente en los momentos más difíciles.
Creo, Señor, en la VIDA.

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