Los
tiempos tumultuosos de manifestaciones, huelgas y protestas suelen ser buenos
para las líricas del pueblo. Más allá de la identificación con el movimiento,
uno no deja de asombrarse y sorprenderse del retorno cultural que emerge entre
las pancartas y los lemas coreados. Últimamente, el 15M me da muchas alegrías,
entre otras saber que la gente, las cabezas de las gentes, están más activas
que nunca.
Ayer
leía en una foto que circula por internet que “El maestro luchando también está
enseñando”, con el soniquete conocido de las proclamas reivindicativas. Y el
martes, día de concentraciones en la Universidad, los alumnos llevaron carteles
donde se reproducían las portadas de la Fundación, de Isaac Asimov, y de 1984,
de Orwell. Sí, los alumnos, esos de los que dicen los viejos que ya no saben
hacer la O con un canuto, porque se ha perdido nivel, respeto, valores…
El año pasado, por estas fechas, la Estación de Sol se llenaba de mensajes que citaban a Foucault, a Sartre, a Benedetti o a Sampedro. Curiosos los perroflautas que saben leer, escribir, y encima se les entiende…
El año pasado, por estas fechas, la Estación de Sol se llenaba de mensajes que citaban a Foucault, a Sartre, a Benedetti o a Sampedro. Curiosos los perroflautas que saben leer, escribir, y encima se les entiende…
Hoy me
detengo en esas sentencias que encierran poesía, las propias quizá de tiempos
que pasaron, pero que empiezan a aflorar en medio de un mundo en cambio. Y
quiero compartir con vosotros la pintada que está en frente de mi casa, en un
antiguo secadero agrícola. En mi presentación lo decía: vivo en un pueblo que a
duras penas supera el cuarto de centenar de personas, lo que son cinco calles
trazadas con tiralíneas, como se hacían en el Plan Badajoz a mediados del siglo
pasado. Es una comunidad pequeña, donde
todos se conocen porque muchos son los primeros que llegaron, con sus bártulos,
a recibir el cacho de tierra, la yunta de bueyes y la casa pequeña que les
prometió el Gobierno. Vinieron desde los pueblos cercanos: Olivenza, Valverde…
y a ellos vuelven con cierta frecuencia, algunos de ellos definitivamente,
porque nunca dejaron de ser emigrantes que huían de la pobreza y buscaban
oportunidades. Y ahora, la oportunidad está en las ciudades más grandes.
Pues bien, en ese secadero en ruinas aparece un graffiti antiguo, muy descolorido, pero perfectamente visible: Vota Juan Rodríguez. Yo no sé quién será el señor al que hace referencia, ni por qué ni a qué cargo había que votarle. No sé cuáles serían las elecciones, ni su importancia, que hizo que alguien consignase en el muro del secadero de la calle San Andrés semejante mensaje.
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Ojalá el revulsivo de la crisis, la carencia, los recortes y la indignación traiga al menos esa iniciativa propia de los que quieren seguir adelante, superando los obstáculos y las dificultades. Ojalá la regeneración de lo político esté cerca, y recuperemos entre todos nuestra responsabilidad en lo comunitario y lo colectivo. Lo que es de todos.
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