Un amigo mío, creyente, dice con cierta frecuencia aquello
de que “para ser libres nos liberó Jesucristo”. Me acuerdo mucho de esta cita y
de Breaking Bad, cuando el protagonista, en un monólogo extraordinariamente
sabio, enfermo de cáncer en sus últimas etapas, le confiesa a otro personaje:
lo peor es el miedo. El verdadero
enemigo de la vida no es la muerte, sino el miedo. El miedo paraliza, resitúa
nuestros valores y los jerarquiza según escalas de huida, del
sálvesequienpueda; escalas que no contemplan la totalidad del cuadro y que
dejan fuera de ángulo elementos clave para el análisis sereno, consciente,
audaz y honesto de las situaciones. Miedo.
Por eso, por la libertad que proclama mi amigo, por conjurar
el miedo, me llama poderosamente la atención todo el montaje en torno a la
democracia, la corrupción, el PP y el PSOE, y Podemos en medio. Me fascina,
como lo haría un experimento científico en el laboratorio de mi Facultad, todo
el proceso de descrédito y de desgaste al que está siendo sometida la supuesta
tercera fuerza en intención de voto, según los datos del último CIS ya
cocinados (valiente expresión, por cierto). Me sorprende con esa capacidad de perplejidad
que creo debería gobernar la mirada de alguien inquieto.
¿Cuándo se han puesto
de acuerdo las dos potencias electorales mayoritarias ante un
adversario/enemigo común? ¿Qué hace que Podemos instale tanto miedo en los
corazones azules y rojos, un terror que aflora en cada declaración de sus
dirigentes? ¿Por qué ser partidario de Chávez es peor que serlo de Bush? ¿Y por
qué no aparecen discursos similares cuando el gobierno invita a personajes como
Teodoro Obiang (que asistió al funeral de Estado de Suárez) y nadie, ni
siquiera sus oponentes naturales de las filas socialistas, les acusan de aupar
un régimen claramente (mucho más claramente que el venezolano) autoritario y empobrecedor? Por no hablar de las tragaderas anchas que se nos pusieron a algunos cuando el gobierno socialista recibió con honores de príncipe medieval a quien luego resultó (oh, sorpresa) la cabeza visible de una estructura
genocida, pero de buen interés mercantil. Supongo que la razón de Estado es más
fuerte, y no hay necesidad de levantar terrores cuando no hay nada (electoral) en juego.
Entonces recuerdo otras ocasiones en las que se ha azuzado
el miedo en las campañas electorales, como si fuese un dóberman rabioso.
Recuerdo los vídeos del 96, donde el PSOE hablaba de “la derechona”. Las veces
en las que el PP nos infundía pánico diciendo que votar a la izquierda era
hacer oposiciones para volver al país “hecho unos zorros” que dejó Zapatero.
Todas las ocasiones en las que, de forma más o menos sibilina, la demonización
del contrario se hace de manera solapada o evidente, haciendo un llamamiento al
“voto responsable”. Parece que esto de votar con miedo no es nuevo.
Yo no pienso votar a Podemos. No porque esté en desacuerdo
con su programa, ni con sus formas, ni con su mensaje, ni con sus anhelos. Con
todo ello puedo coincidir más o menos, con matices y con modulaciones. Igual
que coincido con muchos planteamientos de la izquierda moderada del PSOE, de la
izquierda menos céntrica de IU o incluso con algunas ideas ciertamente
pragmáticas y realistas del PP. Sin embargo, mi voto siempre ha estado abocado
al fracaso, no me creí nunca lo del voto útil. No recuerdo haber ganado unas
elecciones en mi vida. Por eso opto por fuerzas minoritarias, utópicas quizá,
que me llenan el corazón con mensajes que me ilusionan en positivo, que me
hablan de un mundo mejor. En eso me dejo guiar por una cita de Mounier: "Nuestra acción no está orientada esencialmente al éxito, sino al testimonio, porque la situación ha llegado a ser insostenible".
Pero aun desde fuera de las filas de los votantes
desencantados, indignados que dicen algunos, que parece aglutina en torno a sí
la formación circular de Podemos, me preocupa la campaña del miedo. Porque
votar con miedo es casi parecido a no votar, porque el miedo paraliza y no
permite el ejercicio de la libertad. Y votar con miedo, sin libertad, no sé
hasta qué punto es democracia.
Así que ojito a aquellos que nos invitan a votar
sin libertad.